Por: Angela Silva.
La Feria del Libro en Bogotá tuvo como invitado al coloso de la literatura latinoamericana: Méjico. Llegaron a Bogotá escritores con una trayectoria fundamental para la construcción de una narrativa nomádica, cercana a las culturas aborígenes tanto como a las nuevas propuestas de la posmodernidad.
Corferias alojó durante dos semanas las editoriales con montones de libros, multimedias, programas que guardan en un delgado disco las claves para encontrar la felicidad y otros productos propios del consumo, pero con poca riqueza literaria. Los libros más vendidos en la feria no fueron precisamente los mejor calificados por la crítica.
Durante la Feria algunos personajes públicos hicieron presencia con la firma de libros que cuentan su experiencia de secuestro. ¿El testimonio es acaso una manera para asomarse al sentimiento de las víctimas? Posiblemente en el morbo radica el éxito de estos textos, sería interesante analizar la calidad de sus relatos y las posibilidades de venta en proporción con las cifras en declive cuando se trata de un texto denso, probablemente muchas personas trabajan durante años para elaborar un libro, pero su éxito es mínimo porque en el actual contexto gana la futilidad y la trascendencia pasa a ser un discurso con mínimas posibilidades de difusión.
Leer se ha convertido en otra forma de consumo, comprar libros se asume como parte de la formación, llenar una biblioteca puede generar el imaginario de un lector voraz; sin embargo, pocos son los consumados lectores, quienes no consumen sino rumian los textos. Los resultados de este afán por el consumo son los bajos resultados de las personas cuando enfrentan pruebas de comprensión o sienten el fracaso después de enfrentar el discurso de otra persona, sin comprenderlo.
Asistir a la feria puede ser una manera de acercar a las y los jóvenes al mundo del libro, pero cuando el placer por conocer nuevas publicaciones se confunde con la barahúnda de libreros y vendedores, se pierde el sentido de la visita. Tal vez sea más fructífero participar en las actividades alternas: tanto en las Bibliotecas Públicas como en el Centro Cultural García Márquez se programaron actividades con menos parafernalia y más tranquilidad; el ambiente sobrio permite la reflexión y abre la posibilidad de conocer otras facetas del país invitado.
Finalmente, la Feria del Libro debe transformarse para ser un espacio más cercano a la reflexión, lejos de los afanes del comercio y configurarse como posibilidad para el intercambio cultural.
La Feria del Libro en Bogotá tuvo como invitado al coloso de la literatura latinoamericana: Méjico. Llegaron a Bogotá escritores con una trayectoria fundamental para la construcción de una narrativa nomádica, cercana a las culturas aborígenes tanto como a las nuevas propuestas de la posmodernidad.
Corferias alojó durante dos semanas las editoriales con montones de libros, multimedias, programas que guardan en un delgado disco las claves para encontrar la felicidad y otros productos propios del consumo, pero con poca riqueza literaria. Los libros más vendidos en la feria no fueron precisamente los mejor calificados por la crítica.
Durante la Feria algunos personajes públicos hicieron presencia con la firma de libros que cuentan su experiencia de secuestro. ¿El testimonio es acaso una manera para asomarse al sentimiento de las víctimas? Posiblemente en el morbo radica el éxito de estos textos, sería interesante analizar la calidad de sus relatos y las posibilidades de venta en proporción con las cifras en declive cuando se trata de un texto denso, probablemente muchas personas trabajan durante años para elaborar un libro, pero su éxito es mínimo porque en el actual contexto gana la futilidad y la trascendencia pasa a ser un discurso con mínimas posibilidades de difusión.
Leer se ha convertido en otra forma de consumo, comprar libros se asume como parte de la formación, llenar una biblioteca puede generar el imaginario de un lector voraz; sin embargo, pocos son los consumados lectores, quienes no consumen sino rumian los textos. Los resultados de este afán por el consumo son los bajos resultados de las personas cuando enfrentan pruebas de comprensión o sienten el fracaso después de enfrentar el discurso de otra persona, sin comprenderlo.
Asistir a la feria puede ser una manera de acercar a las y los jóvenes al mundo del libro, pero cuando el placer por conocer nuevas publicaciones se confunde con la barahúnda de libreros y vendedores, se pierde el sentido de la visita. Tal vez sea más fructífero participar en las actividades alternas: tanto en las Bibliotecas Públicas como en el Centro Cultural García Márquez se programaron actividades con menos parafernalia y más tranquilidad; el ambiente sobrio permite la reflexión y abre la posibilidad de conocer otras facetas del país invitado.
Finalmente, la Feria del Libro debe transformarse para ser un espacio más cercano a la reflexión, lejos de los afanes del comercio y configurarse como posibilidad para el intercambio cultural.
el titulo no refleja el contenido
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