Por: Fernando Barajas.
No siempre las riñas son entre dos barras de equipos distintos. Al contrario de lo que se piensa, la mayoría de disturbios que se presentan son entre hinchas de un mismo equipo por la disputa del liderazgo total de la barra. Obviamente, ésto no justifica su deprimente comportamiento.
Sin embargo, esta medida es demasiado pretenciosa y un poco ingenua, pues el hecho de no poder ingresar al estadio con elementos alusivos al equipo visitante no certifica que nunca jamás se volverán a presentar disturbios dentro o fuera de los estadios. Para éso se debería prohibir, entonces, el uso de camisetas, gorros, manillas, etc. en la totalidad del territorio colombiano las 24 horas del día y los 365 días del año. Y aún así, eso seguiría siendo paños de agua tibia.
¡Por favor! La única forma de acabar con todo este cuentico o, mejor, círculo vicioso es aplicando una ley en la que todo aquel que quiera pertenecer a una “barra popular” deberá tener 18 años, ser carnetizando y si incurre en algún hecho vandálico sea vetado de por vida en cualquier estadio del territorio colombiano.
Si bien es cierto que la medida, en su mayoría, fue cumplida el fin de semana anterior en todos los estadios, los directamente perjudicados son (o somos) los verdaderos hinchas de equipos de otras ciudades, que viven en las grandes capitales y que las únicas dos o tres veces que viene su equipo a la ciudad no pueden ir al estadio en paz por culpa de un montón de desadaptados, delincuentes y mañosos que dicen amar el fútbol.
La mayoría de los hinchas no están conformes con la decisión. Y es obvio, pues para ellos el hecho de no poder lucir sus “sagrados” atuendos es como si les estuvieran amputando una extremidad de su cuerpo. Acaso ¿eso no es una violación al derecho fundamental del libre desarrollo de la personalidad? Creo que sí. O éso es lo que dice el artículo 16 de la Constitución Política.
¡Pero en fin! Cómo siempre la única ley que se cumple acá es la que dice que los justos siempre deberán pagar por los pecadores.
Entre tanto, no solamente los buenos hinchas son los perjudicados, también son los equipos. Principalmente los mal llamados “equipos chicos”, pues en teoría, la sostenibilidad de un equipo depende de dos partes: la primera son los patrocinadores, quienes aportan entre un 40 y un 60% del total del capital; y la segunda, son los hinchas, tanto locales como visitantes, quienes aportan el resto de la cuota.
Lo más triste es que a la mayoría de los estadios la gente no va, no sólo por la violencia que transmiten las “barras bravas” sino que a ésto se le añade, a parte del pésimo nivel que tiene el fútbol colombiano, la actual crisis económica que vive el país. Como quien dice “el palo no está para cucharas” o si no que lo digan los jugadores del América de Cali, a quienes se les adeuda alrededor de cinco quincenas.
Además, esta medida afecta no solo a los aficionados y jugadores, también afecta al espectáculo mismo. ¿Qué ocurrió en el clásico caleño? Que se jugó bien, ¡sí! Que el partido fue entretenido, ¡sí! Pero no se puede negar que los dos ingredientes de un clásico son: los dos equipos y, por supuesto, el colorido de las dos hinchadas, en donde el último fue el gran ausente en de la jornada. Como dicen por ahí: “Más bueno es un caldo de papa sin papa”.
¡Ah!, que éso es cuestión de cultura, tolerancia y educación… ¡De por Dios santísimo!, como dicen las abuelas. En un país en donde la cobertura de educación primaria no llega ni al 30% ¿cómo le van a pedir cultura, tolerancia y educación a personas, que en su mayoría, nunca han pisado un colegio? ¿Cómo le van a decir a un joven en cuyo hogar solo se respira violencia intrafamiliar y pobreza? ¡¿Cómo le van a pedir mangos a un árbol de limón?!...
Tenemos que ser realistas y comprender que esta es una situación que surge como consecuencia de la gran madeja de problemas que tiene Colombia frente a la pobreza y la educación. Para acabar con la violencia en los estadios se debe erradicar estos dos problemas, lo cual es un poco impensable por estos días.
Hay que crear una ley contra hechos vandálicos en los estadios, tal como ocurre en Europa… Bueno, está bien. No estamos en Europa, ni mucho menos hay plata para gastar en un problema “menor”, como aseguran nuestros legisladores. Pero los grandes problemas requieren de grandes soluciones. Y ya es hora de preguntarse qué es mejor: ¿Arrancar el problema de raíz? Ó ¿Seguir tapando el sol con un dedo?
No siempre las riñas son entre dos barras de equipos distintos. Al contrario de lo que se piensa, la mayoría de disturbios que se presentan son entre hinchas de un mismo equipo por la disputa del liderazgo total de la barra. Obviamente, ésto no justifica su deprimente comportamiento.
Sin embargo, esta medida es demasiado pretenciosa y un poco ingenua, pues el hecho de no poder ingresar al estadio con elementos alusivos al equipo visitante no certifica que nunca jamás se volverán a presentar disturbios dentro o fuera de los estadios. Para éso se debería prohibir, entonces, el uso de camisetas, gorros, manillas, etc. en la totalidad del territorio colombiano las 24 horas del día y los 365 días del año. Y aún así, eso seguiría siendo paños de agua tibia.
¡Por favor! La única forma de acabar con todo este cuentico o, mejor, círculo vicioso es aplicando una ley en la que todo aquel que quiera pertenecer a una “barra popular” deberá tener 18 años, ser carnetizando y si incurre en algún hecho vandálico sea vetado de por vida en cualquier estadio del territorio colombiano.
Si bien es cierto que la medida, en su mayoría, fue cumplida el fin de semana anterior en todos los estadios, los directamente perjudicados son (o somos) los verdaderos hinchas de equipos de otras ciudades, que viven en las grandes capitales y que las únicas dos o tres veces que viene su equipo a la ciudad no pueden ir al estadio en paz por culpa de un montón de desadaptados, delincuentes y mañosos que dicen amar el fútbol.
La mayoría de los hinchas no están conformes con la decisión. Y es obvio, pues para ellos el hecho de no poder lucir sus “sagrados” atuendos es como si les estuvieran amputando una extremidad de su cuerpo. Acaso ¿eso no es una violación al derecho fundamental del libre desarrollo de la personalidad? Creo que sí. O éso es lo que dice el artículo 16 de la Constitución Política.
¡Pero en fin! Cómo siempre la única ley que se cumple acá es la que dice que los justos siempre deberán pagar por los pecadores.
Entre tanto, no solamente los buenos hinchas son los perjudicados, también son los equipos. Principalmente los mal llamados “equipos chicos”, pues en teoría, la sostenibilidad de un equipo depende de dos partes: la primera son los patrocinadores, quienes aportan entre un 40 y un 60% del total del capital; y la segunda, son los hinchas, tanto locales como visitantes, quienes aportan el resto de la cuota.
Lo más triste es que a la mayoría de los estadios la gente no va, no sólo por la violencia que transmiten las “barras bravas” sino que a ésto se le añade, a parte del pésimo nivel que tiene el fútbol colombiano, la actual crisis económica que vive el país. Como quien dice “el palo no está para cucharas” o si no que lo digan los jugadores del América de Cali, a quienes se les adeuda alrededor de cinco quincenas.
Además, esta medida afecta no solo a los aficionados y jugadores, también afecta al espectáculo mismo. ¿Qué ocurrió en el clásico caleño? Que se jugó bien, ¡sí! Que el partido fue entretenido, ¡sí! Pero no se puede negar que los dos ingredientes de un clásico son: los dos equipos y, por supuesto, el colorido de las dos hinchadas, en donde el último fue el gran ausente en de la jornada. Como dicen por ahí: “Más bueno es un caldo de papa sin papa”.
¡Ah!, que éso es cuestión de cultura, tolerancia y educación… ¡De por Dios santísimo!, como dicen las abuelas. En un país en donde la cobertura de educación primaria no llega ni al 30% ¿cómo le van a pedir cultura, tolerancia y educación a personas, que en su mayoría, nunca han pisado un colegio? ¿Cómo le van a decir a un joven en cuyo hogar solo se respira violencia intrafamiliar y pobreza? ¡¿Cómo le van a pedir mangos a un árbol de limón?!...
Tenemos que ser realistas y comprender que esta es una situación que surge como consecuencia de la gran madeja de problemas que tiene Colombia frente a la pobreza y la educación. Para acabar con la violencia en los estadios se debe erradicar estos dos problemas, lo cual es un poco impensable por estos días.
Hay que crear una ley contra hechos vandálicos en los estadios, tal como ocurre en Europa… Bueno, está bien. No estamos en Europa, ni mucho menos hay plata para gastar en un problema “menor”, como aseguran nuestros legisladores. Pero los grandes problemas requieren de grandes soluciones. Y ya es hora de preguntarse qué es mejor: ¿Arrancar el problema de raíz? Ó ¿Seguir tapando el sol con un dedo?

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